lunes, 22 de junio de 2015

Piel erizada



El tango de tu voz en la oscuridad de mi habitación, deja mi piel erizada y mi cuerpo en paz. La silueta de tu cuerpo acostado sobre mi cama fusionado por la escasa luz de este escenario delimita cuan sentimiento fue creado. En la noche no hay suficientes horas para apreciar el aroma que quedó impregnado en mi almohada. Compartí mi cama en una noche inesperada, puede que lo hubiera soñado, idealizado o imaginado; más todo cuanto pude pensar, fue mejorado. Tus caricias ahora matan mi cordura y tu dulzura no hace más que invadir mi cabeza para decirme “no pares de pensar en el.” Y puede que sea miedo, temor a que vuelva a ocurrir. Volver a perder el control de mis manos, de mi cuerpo y de la razón. Volver a ser vulnerable dado que el sentimiento ahora cocinándose dentro parecer ser uno de los grandes. De esos que hacen que se cuele en mis sueños, de los que hacen del dolor de tripa antes de verle algo normal, de los que cortan la respiración y de los que marcan. Miedo de estar escribiendo, miedo de estar sintiendo, miedo de que este retrocediendo, miedo de no controlar esta sonrisa que estoy padeciendo. Cierro los ojos y fantaseo con un futuro donde quedarnos abrigados por las sabanas en la madrugada leyéndote los mejores versos jamás escritos. Tu, mirándome y admirando mi pasión por la poesía y yo, admirando mi reflejo en tus ojos seguido de tu sonrisa, amándote. Intento explicar que no me encontrarás cabizbaja mirando hacia el suelo preguntándome ¿Por qué?, deambularé mirando hacia las estrellas porque ya encontré la respuesta. El cielo es demasiado precioso para negarle un buenos días y las estrellas se merecen nuestras metas.