Quiero decirte todo cuanto tengo. Sigo escribiendo, a pesar
de meses, aquí sigo en el mismo sitio con el mismo sentimiento. Quiero dedicarte
estas palabras con amargo sabor de adiós. Una despedida forzada aunque
necesaria. Necesito encontrarme, necesito no querer buscarte, necesito esas
sonrisas que me quitaste, necesito pensar que es lo mejor, necesito saber que
fue bonito mientras duro, necesito saber que estas bien aunque no sea conmigo,
necesito dejarte ir. Antes de irme
quería decirte que busco hasta el último ápice de parecido contigo, que escondo
sentimientos, los evito y esquivo, me guardo todo en una caja que pienso tirar
al mar y no volver a sacar nunca, pero la verdad, es que esa caja se abre cada
mañana, cada vez que veo tú foto, cada vez que escucho la canción, cada vez que inconscientemente al despertar de una
pesadilla pronuncio tu nombre, que todo parece encajar pero siempre esta esa
cicatriz que parece abrirse justo cuando creía volver a ser feliz. Quiero que
sepas que eras todo, hasta tal punto que podías cambiar tan repentinamente mi
estado de ánimo, que asustaba, que te recordaba cada vez que el sol bajaba y
besaba el mar, que eres el motivo por el me pasaba la noche llorando y al día
siguiente me levantaba con mala cara y que cuando me preguntaban “¿te
encuentras bien?” yo solo respondía “si, solo estoy cansada.” También quería
decirte que fui cobarde, lo fui. Todo esto paso por miedo. Miedo a no tenerte,
a perderte, a echarte tanto de menos que duela, a pensar en ti y no saber ni
donde te encuentras, a quererte y no volver a verte. Pero cuando empiezo a
pensar en lo que hice, en lo que no hice, en lo que pudo pasar, en lo que paso,
en lo que pude cambiar y en lo que no. Se que hay amores que marcan, pero sé
que también hay otros que sanan. Hay veces que encuentras a esa persona que
consigue que salir a la calle signifique perderse en un mismo punto, hay veces
que escribirle se convierte en rutina. Por muchas personas que pasen, por
muchos amores que pasen; pasan. Simplemente vienen y van. De la misma manera
que pensé que nunca podría olvidar al último, lo hice. Es verdad que hay
personas imposibles de olvidar, y no lo haces. Solo pasan a ser otra etapa de
tu vida. Siguen siendo propietarios de un pedazo de tu corazón, pero ahora solo
ocupan una pequeña parte. Cada persona es un mundo, pero siempre hay ese
alguien que te hace temblar, que te hace suspirar cuando se va, que te hace
temblar con su roce y que hace que quieras compartir tu mitad de la cama. Que
echo de menos regalarle unos buenos días a tus labios, echo de menos dejar de
preocuparme donde estas porque sé que estas cerca, echo de menos enamorarte
cada día, echo de menos estar tirados y que nos dé igual el resto del mundo,
echo de menos esas carreras de quien llega antes al barco, echo de menos que me
dejes ganar solo para verme reír, echo de menos todo. Te echo de menos. Y con
el dulce sabor del tiempo que pasamos juntos, el sabor salado de las lágrimas
que marcaron los tequieros y no puedos y el amargo sabor de esta despedida te
digo, adiós.
No hay comentarios:
Publicar un comentario